lunes, 20 de abril de 2015

Te robo una frase, décima entrega.


Todos los meses participamos en el juego "Te robo una frase" creado por Ramón Escolano. 
Este mes, me hace mucha ilusión porque Ricardo Plantagenet Médano ha propuesto una frase de mi novela "Un nuevo amanecer" junto a otras frases de varios autores para participar en el juego, y  ha salido elegida la mía, la cual agradezco muchísimo a quienes la hayan votado.
Entonces, pensé que sería una gran ocasión para compartir parte de esta historia, que con tanto cariño escribí. 
Aclaro que los  protagonistas son argentinos, (lo digo por los acentos). Espero les guste. ♥

Descubriendo la pasión desconocida
[...] La música daba alegría al lugar. Se escuchaba en toda la playa y comenzamos a bailar siguiendo la coreografía de los muchachos. No hizo falta que me observara por mucho tiempo. Enseguida se dio cuenta que al menos sabía moverme. 
–Parece que te gusta menearte… –pronunciaba mientras miraba mi trasero que iba al son de la canción y se marcaba la tanga del bikini mojado, debajo del short. 
Se fue colocando detrás de mí e imitaba mis movimientos. Por un momento olvidé todo y me dediqué a pasarlo bien. Cantábamos y bailábamos al mismo ritmo, nuestros cuerpos cada vez se pegaban más; podía sentir cómo me rozaba. Me estaba gustando. Me estaba divirtiendo, como nunca, mientras bailaba esa canción. Mala- Mario Méndez.


 Liberé mi cuerpo, todo era adrenalina y excitación. Sus manos en mis caderas pedían más. Su boca reclamaba a gritos sobre mi cuello un mordisco, mientras su pecho desnudo se contorneaba sobre mi espalda y mi cabello mojado. Nuestras pieles se hablaban. Hasta los corazones latían al mismo compás. Notaba su excitación, me invadía el calor. Sensualmente yo subía y bajaba con mis caderas pegada a su pelvis y a sus piernas. Su respiración era melodía para mis oídos. 
Mis brazos inquietos acariciaban mi cuerpo, le provocaban deseo. Lo sorprendí girándome. Apoyé mi pecho sobre el suyo, intercalé mis piernas entre sus muslos y sin control, comencé a menearme más y más mientras él sostenía mi cintura con sus manos acompañando mis movimientos. Me flexionaba y mis caderas bajaban, con mi mirada incitaba la suya. El fuego se podía observar. Ya quemábamos por dentro, mi cuerpo trepaba el suyo. Con mis manos recorrí sus brazos hasta sus hombros y parada frente a él, contorneaba mis caderas sin cesar. Noté su locura, nos encapsulamos dentro del sonido de los instrumentos que resaltaban en la canción. Ya no oíamos la letra, solo era música y pasión.  Ardor y deseo. 
Mi boca sedienta, su lengua que asomaba por momentos humedeciendo sus labios. Mi cuerpo. Su pecho empapado. Mis manos jugaban en sus muslos. Decidí sacar la loba dentro de mí. “¿Querés jugar?” Juguemos –pensaba mientras exponía mi sensualidad más allá del límite. 
Mis movimientos impuros, rozando, provocándolo, se unieron a la letra del reggaetón.
 “…Que todo empiece a temblar, poder contigo jugar en la noche o morir, los dos atados juntos así tus manos cerca de mí, amándote hasta el fin…” 
Sentía cómo lo llevaba a la demencia. Me deseaba, me saboreaba con su lengua cuando se acercaba más a la mía, queriendo abandonar su boca tentadora sin llegar a unirnos en un beso. Sus manos descontroladas se perdían en mi espalda hasta llegar a mis caderas queriendo tocar más allá, desesperándose por traspasar el final de mi columna. 
Percibía cómo intentaba poco a poco bajar sus manos hasta el lugar más marcado y moldeado de mi cuerpo. 
El mundo giraba a nuestro alrededor, imaginaba luces en el horizonte. Atardecía lentamente, el sol escapaba abandonando nuestra complicidad dejando a la luna como testigo de nuestra pasión.

Aplausos y más aplausos nos transportaron a la realidad. Todos estaban mirándonos. ¡Oh! ¡Qué calor! No podíamos dejar de mirarnos. Sonreímos ante los demás y nos fuimos a buscar mi bolso y demás cosas para salir de ahí, como si hubiésemos acabado de cometer un delito. De repente, me había dado cuenta de lo que acababa de hacer. 
–Ah mamita me mataste… –apenas salían las palabras de su boca. 
Notaba cómo respiraba con dificultad, intentando calmar su agitación. Y yo… no voy a mentir, la mía estaba a mil revoluciones. En mi vida bailé tan excitada y con tanto deseo.
 –¡Wow! –dijimos a la vez… 
Y nos reímos sintiéndonos cómplices. 
–Después de esto necesito un baño con hielo –su mirada perturbada me observaba. 
Mientras repetía esa frase una y otra vez acariciaba con la mano su pecho. Me provocaba tanto deseo… Él solo llevaba su bañador mostrando un cuerpo casi perfecto a pesar de haber pasado los cuarenta y pico.
 –¿Y ahora qué? –mordiéndose la boca, esperaba mi respuesta…Una respuesta que me costó horrores dar.

 *****************
Mientras volvíamos al hotel, mi cabeza no hacía más que pensar en qué respuesta le daría. Si le decía que no, pensará que lo calenté para nada. Si le decía que sí, creerá que consiguió conquistarme, lo que lleva buscando desde el primer instante, además de creerme igual a todas. Tengo claro que le diré que no aunque me muera de ganas por estar con él. Si lo hago con él, ¿cómo vuelvo con Eduardo? Mi vida sexual era tan pobre que me tentaba saber que había más allá de un hombre. Eduardo era tan clásico, hasta a veces tan aburrido, que no sé cómo soportaba eso. No se hablaba ese tema en nuestra pareja, parecía prohibido, y si no, él me hacía sentir una atorranta cuando yo quería algo diferente, cuando pedía más, cuando entraba a un mundo desconocido para él. 
Además, ya hacía un mes que estaba sola y meses sin intimar con Eduardo. 
No me había dado cuenta que habíamos llegado al hotel cuando me interrumpe Maxi.
–No me diste ni bola, hablé con las estrellas. ¿En qué pensás? –me decía mientras se acomodaba frente a mí. Con su dedo índice apoyado en mi mentón, levantaba mi cara–. 
No te preocupes mamita, no te pondré contra la espada y la pared. Te conozco más de lo que imaginás. Te dejé esta tarde mientras dormías mi tarjeta con el número de mi celular debajo de tu notebook –me guiñó un ojo y me sonrió. 
–Ya vi que sos bastante chusma, y hurgaste mis cosas –me mostré enojada.
 –No te calentés bonita, me encanta leer lo que escribís. Ojalá algún día me escribas algo a mí. 
–Ya te digo que no. Te llamo cualquier cosa más tarde, si no, ya nos cruzaremos en estos días.
 –O sea tenés claro que no me vas a llamar –riéndose a carcajadas movía negando con su cabeza–. ¿Sabés qué? Sé que me llamarás. Sé que te morís de ganas por estar conmigo. 
Grrrrrr, ¡odiaba que fuera tan fanfarrón! Que se creyera irresistible y que me moría por él. 
–No te mientas Mariela, –me dije a mí misma– te estás volviendo loca por él. Tenés que alejarte. 
–¿Mirá, sabés qué? –le respondí con una expresión de “no me importás nada”. 
–¿Qué?  –seguía mi juego mirándome con burla. 
–No te voy a llamar. Es más, me voy a dormir. Así que, buscate otra y divertirte. Buenas noches. 
Lo dejé ahí. Parado. Solo. Demostrándole una vez más lo tonta que soy. Seguro que eso pensaba. Pero yo no sabía manejar la situación. Me fui a mi habitación y sin más, lo dejé en la entrada del hotel. 
–Soy una tarada. No, una imbécil. ¿Por qué me comporté así? Después de lo bien que lo pasamos. ¡Además, lo provoqué yo! ¿Qué pensará ahora de mí? 

Me llené la bañera, eché unas gotas de gel para hacer espuma. Me llevé mi notebook, la apoyé sobre la tapa de una mesita auxiliar que había y puse música.  Mi mente trajo a Maxi de nuevo en mis recuerdos. Ese hombre no salía de mi imaginación… 
Sentía el agua tibia sobre mi piel, friccionaba mis piernas con la espuma entre medio de ellas. Me frotaba suave mis brazos, mi cuello, mientras bajaba despacio hasta mis pechos. Enjaboné mi abdomen. Deslicé mi mano hasta llegar a mi entrepierna. En ese instante la música fue culpable de traer a mi mente esos momentos fogosos y alocados que, minutos atrás, se produjeron al bailar con ese hombre inolvidable. Perturbador de mi mente. Culpable de mis deseos ardientes. La misma canción que hizo liberar mis instintos salvajes en la playa junto a Maxi, comenzó a retumbar en las paredes del baño.
 Nunca me atreví a conocer íntimamente. Ahora, sola, sería un buen momento.  Me ganó la curiosidad y el fuego que seguía dentro de mi cuerpo. 
 Comencé a acariciarme, a tocarme. A descubrirme por primera vez. 
Ummm… Qué placer más bonito, recorrer mi más íntimo secreto con mis suaves manos. Al compás de mis suspiros que, poco a poco, hacían eco en mi garganta encontrando la libertad, salían susurrando entre la tibieza de mis labios, fusionándose en el ambiente húmedo, aromático. La melodía se confundía con mis jadeos, terminando como una nota de sol mayor eterna… 
El ritmo crecía más y más, no podía parar, estaba siendo un vicio, entraba en un mundo de sensaciones deliciosas desconocido para mí. ¿Cómo nunca había sentido esto? Mis ojos cerrados se hicieron cómplices de mi mente, recordando las veces que lo tuve tan cerca a ese hombre misterioso. 
Me volvía loca, despertaba mis más bajos instintos, no sabía por qué, pero conseguía sacar una parte de mí que no conocía.
 Lo imaginé conmigo en el agua, entre pompas de jabón que se escapaban entre mis dedos, cayendo por su pecho que respiraba violento. Sus manos lentamente recorrían mis muslos, en movimientos circulares, acercándose cada vez más a mi rincón de sensaciones desconocidas. Deseosa de estallar entre sus manos, su boca, su parte más tormentosa. Entre pensamientos y fantasías perdí la noción del tiempo pero viajé del cielo al infierno varias veces en un incontrolable placer. 
Ummm, quería hacer ese viaje otra vez. ¿Será normal querer revivir lo desconocido de nuevo…? 
Terminé de bañarme, esta vez bajo la ducha para descargar esa sensación que me dejó temblando, débil, exhausta. Pero a su vez, espléndida, alegre, con ganas de querer vivir más. 
Logré ver el brillo de mis ojos al maquillarme frente al espejo, ahora entendía cuando decían que una mujer después de hacer el amor lucía radiante. No lo había hecho, claro, pero logré alcanzar una cantidad innumerables de orgasmos y pareciera que el resultado era el mismo. Por primera vez descubrí qué era un orgasmo intenso. Varios orgasmos intensos que me dejaron con una energía frenética. 
Me puse un vestido rojo, corte recto; ceñido al cuerpo, con un escote caído delante, ya que era de una delicada tela sedosa, y otro redondeado en la espalda, dejándola totalmente desnuda hasta el límite de mi columna y mi trasero. Largo, hasta debajo de las rodillas con una abertura de frente, desde el nacimiento de la pierna. Sí, un vestido irresistible. Donde tenía pensado ir merecía la pena lucirlo. 
En mi cabello llevaba un peinado recogido hacia un lado, con un broche de brillos rojos, dejando mis bucles negros caer hacia el costado contrario.
 No era perfecta, pero tenía un cuerpo con curvas y me sentía hermosa y eso quería que vieran. 
Lo completé con unos preciosos zapatos de tacón rojos de ocho centímetros de alto y una cartera haciendo juego. Saliendo por el pasillo de mi habitación, pinté mi boquita de rojo carmín, tirándome un beso en el reflejo del espejo que adornaba la entrada. Mientras acababa de ponerme los pendientes de perlitas rojas y el collar haciendo juego.  
Me puse mi perfume preferido, Kenzo. Ahora sí, ya estaba lista. Moría de ganas por ir al restaurant que me habían recomendado donde hacían cena-show. Los dueños eran argentinos así que tenía ganas de sentirme como en casa y recordar mis raíces.
 ¿Llamaré a Maxi? “–Uf Mariela, otra vez cayendo a sus pies–”. 
No, tenía que ir sola. Quería ir sola. Abandoné el hotel sintiendo las miradas clavadas al pasar. Me ruboricé y hasta salí con una risita de chiquilina. Me sentía por primera vez segura de mí misma. Mi autoestima estaba a mil. [...]

Si te gustó podés leer los primeros capítulos de  "Un nuevo amanecer" en mi página de Wattpad.


Les comparto el book- trailer:









Espero les haya gustado. ¡¡Hasta la próxima!!